UNA
MISIÓN IMPOSIBLE
Capítulo I
La peor
noticia: un fin de semana para realizar lo imposible.
ERA UN DÍA COMÚN en la ciudad. Mi ciudad es húmeda y lúgubre, más
aún en invierno. Las personas desaparecen rápidamente de las calles por la
nochecita, y tan solo algunos pocos deambulan errantes por sus arterias. La
cuidad de Buenos Aires se ve así, encierra una tristeza colosal que se apropia
de las noches invernales. Las personas se escabullen friolentas a sus hogares y
la vida sigue su curso como si el frío fuera su cómplice. A pesar de que más de
tres millones de almas transitan sus calles diariamente, transformándola en un
hormiguero, el invierno espanta a las personas. Será porque Buenos Aires tiene
una reminiscencia a las viejas ciudades de Europa que torna así, principalmente
a Londres, mi ciudad se parece a Londres por las noches de invierno. La niebla,
el frío la brisa espesa y difusa se apodera del paisaje, convirtiendo el
bullicio del día en una inmutable calma nocturna.
El fin de mi semana laboral me había atrapado este viernes en la
redacción del diario en el cual trabajo hace ya varios años. Pude obtener este
trabajo gracias a Marcos un amigo que tenía contactos con el dueño del diario. Me
inicie lentamente y muy joven
Con este panorama me dirigí a casa para descansar este fin de
semana largo, y de algún modo trabajar tranquilo, es una manera de decir. Por
suerte; esta modalidad de los últimos años de trasladar los feriados a los días
lunes me agradaba de sobremanera, y como nunca, lo que más necesitaba era
tiempo, mucho tiempo y muchas ideas, si pretendía conservar mi trabajo. Durante
el viaje a desde mi trabajo a mi departamento, pude observar detenidamente como
la vida pasaba frente a mí y no me pedía permiso. Las personas viven un mundo
interior muy particular, miles de almas transitando las calles heladas de mi
ciudad sin conocer a nadie, sin conversar con nadie, sin mirarse. Era una
escena poco alentadora, tanta soledad junta y al mismo tiempo era una simbiosis
de problemas en mundos diminutos.
Soy escritor y hace más de dos años escribo artículos para el
suplemento cultural de un diario
independiente de la ciudad, un trabajo que se podría describir como algo poco
extraordinario. Para nosotros, los escritores, lo fundamental es poder expresar
nuestras ideas y llegar al corazón de los lectores. Es un deseo ancestral, que
se ha plasmado con el tiempo en distintas vertientes literarias. La lectura y
la escritura van de la mano, son una unidad indisoluble, un matrimonio
indestructible. Por alguna razón las
personas desarrollamos estas formas de comunicación que con el tiempo se ha
convertido en la herramienta más potente de todas: LA PALABRA.
Mi trabajo requiere paciencia y constancia, no se pueden elaborar
ideas así nomas, no se pueden escribir historias fácilmente, hay que
elaborarlas y propiciar un ambiente acorde para que el escritor busque en su
interior eso que solo los caracteriza: INSPIRACION. Característica esta que
hacía bastante no encontraba en mí, no porque no la tuviera, si no porque no me
lo permitían. El trabajo en un diario es diferente, aquí solo se debe ajustarse
a las consignas y directivas de los editores, no se permite dejar volar la
imaginación de un escritor, solo se debe escribir sobre algo pautado, sin
chistar.
En esta ocasión me habían sorprendido, los directivos del diario
por primera vez me solicitaron algo más extenso y bien actual, un cuento, una
historia, algo con suspenso y mucho “gancho”,
como se dice por acá. Era la gran oportunidad de mi vida, poder propagar mi obra,
si bien formaría parte de una antología escolar, era la gran oportunidad para
demostrar todo mi talento, mi dedicación y sobre todo, la concreción del sueño
de todo escritor: Publicar sus obras.
Así llegué esa tarde noche a mi departamento, colmado de papeles e
ideas inconclusas y con muchas ganas de tomar una ducha reparadora, para luego
volver a empezar, pero ¿por dónde?, estaba agotado, vacío de ideas, esboce
diversas estrategias, especulaba robar ciertos pensamientos de otros escritores
e incluirlas en mi trabajo inicial, pero después recapacité, no sería justo.
Luego especulé modificar mis personajes, añadirles agresividad, pasión y
misterio, ¿MISTERIO?, ese término me embrollaba la vida, no soy bueno para
esto, mi fuerte han sido los versos de amor y las novelas de estas índoles. El
panorama se mostraba desolador.
El reloj señalaba las 18:30, me encontraba consumido y con pocas
ganas de salir de casa, más aun, teniendo en cuenta que a mi jefe de edición no
le había gustado para nada mi último trabajo presentado, el que debía formar
parte de la antología. Esto de ser escritor rentado no es lo más conveniente
para desarrollar el arte.
La realidad era que mi frustración me impedía concentrarme en otra
actividad, ya que solo pensaba en que había fallado. La reunión de hoy; que
consistió en la presentación de mi “obra
maestra”, la había planificado tanto tiempo atrás, y en honor a la verdad,
esta primera exposición del trabajo me costó mucho esfuerzo, las exigencias del
editor se ajustaban al pedido de la editorial y con ellas se sepultaba mi inspiración. Fueron ocho meses de
trabajo continuo y exhaustivo para concluir con un rotundo:
-
¡Le falta suspenso a tu
trabajo Gabriel! te doy hasta el martes para corregirlo, esto no vende,
¡entendes! ¡NO VENDE!
-
Pero si he trabajado más
de ocho meses en este proyecto. Sánchez, debería analizarlo desde otra
perspectiva. - Dije con un tono hosco.
Mi plan fue simple: narrar una historia familiar de fin de semana,
una casa de campo, lejos de la ciudad, con los matices necesarios, lluvias,
tormentas, cortes de luces, y obviamente un asesino psicótico que se había
escapado de un centro de salud mental. Los componentes eran los adecuados para
una historia atrapante, pensé. Pero estaba errado. Esta era una historia
demasiado trillada, un argumento demasiado utilizado y un desarrollo demasiado
obvio. Y cuando la presente ante las autoridades del diario y la editorial me
miraron como diciendo: DEMASIADO tonto.
Tengo casi cuarenta años y escribo desde los doce, he progresado
lentamente, y mis maestros se han empeñado en reforzar mi gramática y
desarrollar fuertemente mi imaginación. No debo haber aprendido bien mis
lecciones, porque a esta altura de mi carrera no permitiría que me increparan
así, de ese modo injusto e irónico con el cual se dirigió a mí el editor en
jefe del diario:
-
Deberías pensar
seriamente en alejarte de esta profesión Gabriel. Hace tiempo que tus trabajos
carecen de originalidad y creatividad, debería despedirte, pero sé que no
tienes como mantenerte, así que te doy la última oportunidad, el martes quiero
algo bueno, que me impresione, que me atrape, que me devore el escrito desde el
primer capítulo, sabiendo que cada vez se va a poner más interesante,
¿ENTENDISTE?
-
Sí señor. Dije, con un
poco de vergüenza.
Con esas palabras resonando en mi cabeza me propuse descansar un
rato y luego, de madrugada, comenzar con mis primeros ensayos de corrección.
Tenía que cenar algo, solicité comida por teléfono, algo simple, pizza dije, de
mozzarella con faina y unas frías cervezas, tenía que relajarme.
Las pizzas llegaron rápidamente, pero no tenía mucho apetito así
que quedaron en la mesa haciéndome compañía por si acaso en la madrugada
necesitara refuerzos, las cervezas que eran dos, duraron menos tiempo de lo
previsto y por esta razón a las 20:30 ya estaba recostado, exhausto, aturdido y
quizás un poco entonado.
Pudo haber sido la presión del día, es stress, la humillación que
había padecido, o las cervezas, que me cubrí hasta la cabeza con las sabanas, y
no recuerdo bien si me quede dormido al instante o demore algún tiempo, durante
ese lapso entré como en trance, como cuando uno dormita y se encuentra en un
estado semi dormido, o semi despierto, la cuestión es que durante ese periodo
escuche una voz delicada que hablaba desde el comedor. ¡Ni pensar en levantarme! dije. No sé cómo se
manejan los impulsos cuando uno está en ese estado, el asunto era que
escuchaba, pero no me movía, perdí totalmente la noción del tiempo y el
espacio.
La voz era insistente, tenue, lejana, pero poderosa, y algo me
quería advertir, o tal vez alertar. Ese episodio se prolongó un rato largo,
pero no podría precisarlo con exactitud, finalmente la cerveza le gano al
resto. Me dormí.
Capítulo
II
Comenzando el trabajo, descubriendo cosas
extrañas
Eran las 23:00 horas cuando desperté turbado, un poco asustado, me
dolía la cabeza, o la vesícula, o el hígado, o algo, necesitaba medicación
rápidamente, decidí tomar un té de manzanilla y algunas aspirinas, para
comenzar a trabajar en mi proyecto desde cero. Una misión imposible en mi
estado.
Abrumado por el escenario que me esperaba, decidí pensar un poco
en mi trabajo, me recosté en mi sillón para poder retomar fuerzas, e ideas,
allí en ese espacio reducido, tantas historias fluyeron de mi, que de algún
modo me encontraba en busca de nuevas historias, de un poco de creatividad,
pretendía reclamarle a mi sillón que me echara una idea “VENDIBLE”.
De repente, empezaron a ocurrir cosas extrañas. Busque mi celular
para fijarme si tenía algún mensaje de mi amigo Gustavo, nada, el reloj marcaba
las 23:18, tiempo de comenzar la tarea. No quería pasar la noche solo, aunque
lo necesitaba, para concentrarme, lo mejor sería llamar a Gustavo, él cuenta
muy buenas historias me dije, así que lo llame. A los veinte minutos llamaban
al portero eléctrico:
- Hola Gabriel, abrirme soy yo.
- Pasa Gustavo te estoy esperando la puerta está abierta. Dije.
- Hola amigo, seguís luchando con tus ideas fantásticas – me dijo
con tono burlesco.
- Desde luego, te dije que no les iba a gustar, después de tanto
trabajo, ¡che! Me lamente.
- Quédate tranquilo amigo, me voy a quedar este fin de semana
largo con vos, así podemos terminar juntos tu trabajo para el día martes, este
es el regalo que te voy a obsequiar por ser mi mejor amigo, me dijo Gustavo.
Realmente me sorprendió, ¿ayudarme?, ¿Cómo?, sin desmerecerlo, es
mecánico, poseía muchas habilidades con sus manos, pero de letras, correcciones
y demás yerbas, cero, nada, never…
Le comente a Gustavo la complicación de no poder armar una historia
atrapante, a esta altura no me importaba mucho si era buena o mala, pero si
quería que sea atrapante, con suspenso, y con mucho magnetismo. Le pedí que me
contara esas historias que su padre nos narraba cuando éramos chicos, historias
antiguas del bien y el mal, demonios y ángeles, etc., etc.
Entonces Gustavo trató de empezar su relato, el reloj marcaba las
00:35, la madrugada despertaba, y por lo visto seria larga, pero antes de
iniciar quería contarme algo:
Sabes Gabriel, hoy me sucedió algo extraño, te cuento, quizás te
ayude a armar algo para tu trabajo. Me dijo con un tono temeroso.
Contame haber, de ultima me entretengo con tu historia, le dije
para que se distendiera.
Cuando me llamaste para que viniera ya estaba acostando, fue un
día fatigoso, tuve mucho trabajo y además me toco limpieza en la casa, lavado y
todo lo demás, como no tuve tiempo para cocinar pedí unas pizzas y cervezas al
delivery, pero no pude probar bocado, eso sí, las cervezas las tome en un
santiamén, en eso que estaba descansando en mi cama mirando televisión, me
quede dormido y no sé bien que paso pero escuche voces. Esto nunca me había
sucedido, era una voz extraña, como tratando de comunicarse o advertir de algo.
Mira no sé bien si paso o lo soñé, pero te lo cuento como para que por lo menos
tengas algunas ideas nuevas.
Quede atónito, pasmado o espantado, no supe que decir, me quede en
silencio por un instante.
¿Sabes algo? Dije. - A mi me pasó algo parecido, la misma
situación, la misma cena, las mismas bebidas y el mismo sueño, escuche voces
extrañas, pero no le di importancia, estaba muy agotado, pero ahora que
recuerdo las voces pretendían alertarme de algo, creo.
Contame!, que te decían lo mismo que a mí. - Enfatizó Gustavo -
“Cuidado con la computadora” me decía a mí, “no entres al buscador, no entres
al buscador, cuidado”. Eso fue lo que escuche, justo antes de venir para acá.
En esos momentos tuve que decidir, me di cuenta que eran las
mismas voces, las mismas frases, la misma alerta, ¿qué hacer?, nunca fui
supersticioso, si temeroso, lo que me apasiono toda mi vida fue descifrar los
acertijos, los enigmas. Fue allí cuando ideamos un plan con Gustavo. El reloj
marcaba las 01:25 de la madrugada.
Capítulo
III
Google, agentes especiales. Todo al revés
Gustavo me observaba con asombro pero al mismo tiempo con mucha
tranquilidad, me miro y coincidimos sin decir palabra alguna: “LA COMPUTADORA”.
La encendimos y los cinco minutos ya estábamos conectados a Internet. Me ubique
frente al teclado y escribí en el explorador de Windows: www.google.com.ar, al instante
estábamos haciendo exactamente lo contrario a las advertencias de las voces,
sin darle importancia a ellas, comenzamos a buscar, no sabíamos bien qué, pero
buscábamos, hasta que de repente se me ocurrió colocar la palabra: “TELEPATÍA”,
enter.
Telepatía. (De tele- y -Patía). f. Coincidencia
de pensamientos o sensaciones entre personas generalmente distantes entre sí,
sin el concurso de los sentidos, y que induce a pensar en la existencia de una
comunicación de índole desconocida. || 2. Transmisión de
contenidos psíquicos entre personas, sin intervención de agentes físicos
conocidos. Microsoft® Encarta® 2007. © 1993-2006 Microsoft Corporation.
Reservados todos los derechos.
Gustavo me miro raramente, sus ojos no eran los mismos de siempre,
note algo extraño en su comportamiento, como si leyera mis pensamientos, la
situación era incomoda, su mirada era un poco amenazadora. A esta altura y
después de un día tan extenso mi cabeza podía pensar cualquier cosa. No le di
importancia y comencé a leer atentamente el significado de la palabra
Telepatía, “comunicación de índole desconocida”, desconocida por quien pensé,
“comunicación entre ambos”. A esta altura yo estaba un poco paranoico. El reloj
marcaba las 02:33. Gustavo se dirigió al baño.
Algo andaba mal, Gustavo cambio repentinamente de actitud, lo
seguí, sin hacer ruido y me acerqué lentamente a la puerta, quería escuchar
algo raro o extraño, necesitaba confirmar que algo estaba mal, a estas horas de
mi proyecto laboral ni idea como iría a terminar, de hecho todavía no comenzaba
ni a ojearlo.
De repente escuche a Gustavo hablando por teléfono o algo similar,
se comunicaba con alguien, ¿a esta hora?, me dije, que raro. Preste atención a
su conversación
Control estoy en la casa indicada y el objetivo se encuentra aquí
conmigo, la operación se completará a las trescientas en punto, solicito apoyo,
no ingresen hasta que de la señal. Todo va según lo previsto, recuerden que la
señal será la luz de en la ventana del frente, cambio. Fuera.
No podía ser, ¿Gustavo?, ¿para quién trabaja?, esto es una joda me
dije a mi mismo, la mezcla entre la manzanilla, la cerveza y la paranoia me
están haciendo perder la cordura. Es imposible que Gustavo fuera un agente,
policía o algo así. Tenía que averiguar lo que sucedía. Y eso fue exactamente
comencé a hacer.
Al rato Gustavo salió del baño.
Gabriel. Dijo en tono amable. – Te dejo trabajar tranquilo
mientras yo miro una peli, ¿querés?
Bueno, está bien Gustavo ponte cómodo, voy a tratar de adelantar
algo.
No me anime a decir nada, seguramente pensaría que me volví loco,
o tal vez se enojaría conmigo y sí iba a su casa, no quería estar solo, así que
me hice el distraído y seguí con lo mío.
Mientras seguía en la computadora, Gustavo encendió el televisor y
sintonizó el canal de Cine, estaban proyectando Misión Imposible III. Esa
película sí que me gusta, me dije a mi mismo, pero no quería mirar por que si
no me iba a enganchar y no terminaría mas. Gustavo saco de su bolsillo trasero
un aparato raro de color marrón claro, y lo tomo con sus manos. Yo mientras
tanto seguía buscando ideas.
De repente Tom Cruise se dirige directamente a la pantalla y
comienza a hablar, obviamente en ingles, me llamo la atención porque la vi varias
veces a esta película, pero esta parte no la recordaba, así que por unos
instantes me detuve a mirar.
Estoy llegando Gustavo, no lo dejes escapar es muy peligro, está
conectado con una red terrorista denominada “Acá Eras”, su clave es: Telepatía.
Si en algún momento la utiliza, es porque se ha dado cuenta que estamos tras
él, debemos actuar rápidamente, debemos pasar a la fase número dos, y tratar de
persuadirlo para que ingiera el té del sueño. Conéctate con la central, ellos
te dirán como proceder, ajústate al protocolo y todo resultara bien. Cambio y
fuera
No podía creerlo, esto no podía estar pasando, Tom Cruise hablando
con Gustavo por la televisión y dándole instrucciones sobre mí, ¿yo peligroso?,
¿red terrorista?, ¡imposible!, siempre fui escritor, nunca viaje al exterior,
apenas conozco Mar del Plata. Tenía que prepararme, me querían detener por algo
que no hice, la CIA el FBI y no sé cuantas agencias mas estaban tras mío.
Gustavo se distrajo y me encerré rápidamente en mi pieza, no sabía
bien que hacer, no sabía ni disparar un arma, tuve tanto miedo que me escondí
bajo la cama. Una vez allí me di cuenta que había una puerta de madera
encofrada en la pared, la abrí y entré esperando poder esconderme por un rato
largo allí. El reloj marcaba las 02:58, me quedaban dos minutos. Esto no me
está pasando me decía constantemente, empecé a rezar el padre nuestro, el ave
maría y todo lo que recordaba de mi tiempo de catecismo.
El lugar estaba oscuro, así que prendí la luz, era insólito que no
conociera este escondite, vivo en este departamento hace más de cinco años. Al
encender la luz mi sorpresa fue mucho más grande, mascaras de gas, fusiles FAL,
pistolas 9mm, miras láser, granadas M5, Telémetros láser, brújulas digitales,
GPS, planos y demás yerbas estaban allí, en esta habitación. Las paredes llenas de recortes de diarios,
atentados, accidentes, fechas, números y mucha documentación, en una mesa de
madera embutida a la pared que además tenía un espejo, yacían pasaportes
italianos, noruegos y rusos, pelucas, maquillaje y fotos mías con distintos
aspectos, barbas, bigotes y un par de guantes.
Había que tomar una decisión, ese era el momento, ¿de dónde salió
todo esto?, me preguntaba, pero no tenía tiempo para respuestas. El reloj
marcaba las 03:00. Llegó la hora, me dije.
En ese instante decidí vestirme con algunas de las ropas que se
encontraban allí, me vestí de cocinero, con bigotes y de aspecto italiano. Salí
de ese compartimiento oculto, me coloque los guantes, necesita salir
rápidamente de allí, por un momento pensé en llamar a la policía, pero que iba
a decirles que Gustavo era un agente y que Ton Cruise venía a detenerme, ¡no!
Una locura.
Tomé coraje y salí de mi habitación, en ese preciso instante
Gustavo hablaba por su aparatito de mano, mientras con la otra hacia señales
con una linterna por la ventana que da a la calle.
Me acerque lentamente a la puerta de salida, llevaba en la cintura
una pistola 9mm Browning con cachas anatómicas y cuatro cargadores con doce
balas cada uno. Gustavo estaba alerta mirando por la ventana, llegue a la
puerta principal y trate de abrirla imperceptiblemente, lo logré.
Escuché una terrible explosión, era en la calle, bajé corriendo
las escaleras de mi edificio hasta llegar al hall de ingreso, allí observé con
gran desconsuelo que mi auto volaba por los aires, ¡sí!, mi pobre Fiat uno
2001. Enfurecí, abrí la puerta del edificio y allí estaban todos.
El equipo SWAT, la policía federal y muchísimas personas con armas
en la mano, me hice el desentendido, estaba vestido de cocinero, camine
lentamente hacia la esquina, nadie dijo nada. No se dieron cuenta, llegue a la
esquina y pare un taxi:
Lléveme por favor rápido hasta el aeropuerto, le dije al chofer
Si señor su vuelo está listo, estos son sus nuevos pasaportes y en
la maleta están las indicaciones, las tarjetas y el dinero. No se olvide que al
llegar a Chipre lo estará esperando nuestro contacto, dígale la palabra clave
“Telepatía”
Me quería morir, acababa de escapar y el taxista era mi cómplice,
lo tenía todo planeado, ¿cómo me había olvidado que era un activista?, ¿cuándo
ocurrió esto?, pude haber sido capturado y con algún programa de rehabilitación
borraron mis recuerdos, o quizás tengo amnesia, bueno, no sé, lo vi en algunas
películas, eso pasa, me dije.
Llegue el aeropuerto, me dirigí directamente al sector de
embarque, un avión esperaba. Me acompaño un hombre muy amable, era de origen
asiático. Por fin pude subirme al avión, el reloj marcaba las 04:25. En algunos
instantes estábamos en el aire. Por fin dije, logre escaparme. Ahí fue cuando
lo vi, era realmente impactante conocerlo en persona, pensé que era más alto,
pero no, Tom Cruise se dirigía hacia mí, yo estaba disfrazado, como me
reconocería, imposible dije. Él me miro y dijo:
Para mi ninguna misión es imposible.
Después de eso me aplico un
fuerte golpe en la cara que me desmaye.
Capítulo
IV
Finalmente desperté. Esa noche todavía no
terminaba.
Durante este tiempo de desmayo, no supe bien que pasaba, veía
luces, hombres vestidos de negro alrededor mío, comunicados entre ellos por
intercomunicadores, escuché conversaciones en otro idioma, podría haber sido
ingles. Una mujer vestida con guardapolvo blanco trataba de aplicarme una
inyección en mi brazo. Yo presentía todo esto y no podía hacer nada, en eso,
llego alguien mayor, no lo veía pero escuché su voz, era de origen centro
americano, en el aire se podía percibir un olor a combustible muy fuerte. Pensé
que podría estar en algún galpón del puerto o en algún hangar de aeropuertos.
Lentamente desperté, cuando una de las personas allí presentes se
acerco y pregunto:
¿Dónde está?, si me das los códigos de accesos, dejamos con vida a
tu esposa y a tu hija.
¿Dónde está qué?, ¿esposa, hija? ¿Yo?, esto parecía una película
de acción y de las mejores. El mismo hombre extrajo de un bolsillo, un aparato
metálico en forma de pinza, con un tubo transparente en el centro, conteniendo
un líquido violeta espeso, aceitoso. El jefe dijo en voz alta:
En cuatro minutos quiero los códigos, si no tú y él serán
inyectados con “Pro Rabani”, el veneno más letal conocido hasta ahora.
A la pelota dije, Pro no se cuanto, contenía la jeringa
cibernética de mi amigo, dispuesto a utilizarla si no le daba los códigos.
Debía hacerlo. En su lugar haría lo mismo, su vida corría peligro. Bueno… La
mía también. En eso un Afro americano bien negro, más que negro casi violeta,
trajo un artefacto muy sofisticado de metal al parecer un transmisor satelital,
mediante el cual se comunicaba con algún lugar del Cairo. Allí, según comentaba
la voz del otro lado, se encontraba el jefe de esta organización encomendada a
capturar a terroristas altamente peligrosos. El aparato fue colocado frente a
mí y el Afro le dijo a mi guardián:
Tienes tres minutos, comienzan ahora.
Presiono un botón que activo esa cosa y los segunderos comenzaron
a correr en forma inversa.
Pensé que la tortura no seria para mí algo complicado, si era un
terrorista tan peligroso como afirmaban, seguramente mi entrenamiento debería
ser más que eficiente. Pensé, todo esto que pasaba realmente lo había ideado yo
mismo, que en realidad sí era un terrorista peligroso. Yo mismo habría
realizado un implante de inteligencia artificial simulando ser, lo que en
realidad soy hoy, un escritor mediocre. Otra opción podría ser que la
organización a la cual pertenecía se había encargado de mi, implantando en mi
cerebro un chip capaz de ser monitoreado por mis jefes y donde se podrían haber
instalados distintos tipos de programas sofisticados con el fin de aparentar
ser otra persona. Todo esto se cruzaba por mi cabeza cuando el guardia comenzó
a ponerse nervioso.
Necesito los códigos Gabriel, será lo mejor para ti, la tortura
que tengo que aplicarte será feroz, desearas morir antes de que comience.
Bueno, tanto va a ser, dije para mí.
No conozco ningún código de acceso, le dije.
¿Cómo te llamas? Pregunté. El me miró, bajó la cabeza y asintió.
Me llamo Michael Canon, pertenezco a la “AMIANTO”, Asociación
Mundial Integrada Anti Tóxicos, con sede en el Cairo, somos agentes especiales
en cubierto. Te hemos estado buscando hace más de siete años, después de lo de
las Torres.
¿De qué Torres? Pregunté.
De las Torres Gemelas, el 11/9, tu estuviste allí, tenemos
filmaciones en video. Sabemos tu conexión con ese grupo fundamentalista. El
jefe te ha buscado mucho tiempo, ahora simplemente debes decirle los códigos.
No entiendo, ¿de qué códigos hablan? Pregunte.
Los códigos de la caja metálica hallada en tu casa de Bolivia,
contiene Plutonio. Inteligencia presume que debe haber allí casi dos kilos. Tu
esposa nos dijo que solo tú manejas los códigos de accesos. Ellas, tu esposa e
hija, están bajo custodia, serán entregadas si cooperas.
¡A la perinola!, tengo esposa e hija en Bolivia, estuve en el
atentado del 11/9, poseo una caja que contiene Plutonio, y me persigue la organización
“AMIANTO”. Debo ser un tipo muy inteligente, pensé. Qué vida aburrida tengo,
escribiendo cosas absurdas para gente que no entiende nada de arte, con un
sueldo insignificante, en un departamento de tres ambientes, y un estilo de
vida para nada envidiable.
Éste otro Gabriel que descubría ahora, si bien no era un ejemplo
mundial, era mucho más interesante, más no sé, más audaz, eso es, más audaz,
algo que carezco de nacimiento. Me gustaba el personaje que descubría de mí,
obviamente no compartía para nada con su trabajo. El reloj avanzaba, en su
cuenta regresiva faltaban 22 segundos.
Michael Canon, el guardia, me miro de una forma anormal, como
tratando de complotar conmigo algo, pensé, le caí bien a este Yankee. Y
entonces dijo:
Debo sacarte el transmisor, solo así podrás vivir tranquilo.
Quiero que sepas que tu esposa es una buena mujer. Estuve enamorado de ella
desde que la conocí, tu hija en realidad es hija mía, se llama Salomé, tienes
implantado en tu ante brazo derecho un transmisor por el cual te monitorean de
los dos bandos. Lo siento amigo tenia de contártelo, lo menos que puedo hacer
es salvarte la vida después de todo lo que te han hecho. Dame el brazo.
En ese momento, con un bisturí pequeño, cortó mi piel haciendo un
rectángulo. Lo sorprendente fue que no salió sangre, además no sentía dolor,
seguidamente levantó mi tejido, mis partes internas eran de metal, como de
acero cromado, similares a los brazos de Terminator, así de ese tipo. Extrajo
de adentro un transmisor marca X23, los mismos que utiliza Tom Cruise en la
película MI III. Para esto el reloj seguía retrocediendo, la tensión crecía, no
sabía que sucedería cuando llegara a cero.
Michael Canon no me mataría, pero los demás agentes tal vez sí.
La hora indicada llego. Sonó fuertemente el timbre ensordecedor.
Tuve mucho miedo. Cerré los ojos y me encomendé al cielo. Rece intensamente. El
timbre seguía sonando insistentemente, por un largo tiempo sentía mi brazo
abierto, mi piel desgarrada y una sensación muy extraña, algunos dicen que es
el instante previo a la muerte, se cruzaron por mi cabeza miles de imágenes. El
timbre que seguía sonando. Pensé en mis padres en mi hermano, en… mi esposa e
hija aunque no las recordaba, en mi hija que en realidad no era mía, pedí por
ellos. Ya no supe que hacer.
Me entregué, mentalmente no podía seguir, abatido, mi tiempo había
finalizado, me esperaba una muerte segura. Decidí abrir mis ojos, a lo lejos,
el timbre seguía sonando.
Cuando los abrí, me encontraba en mi cama abrazando la segunda
botella de cerveza, todo había sido producto de una pesadilla. El reloj marcaba
las 22:38, el que tocaba insistentemente al portero era Gustavo, recién llegaba
a mi departamento para acompañarme aquella noche.
Tuve ese presentimiento temprano, sabía que este sería un día muy
largo y lo peor de todo, todavía no tenía una historia mejor para presentar el
martes.
Gustavo ingreso, nos saludamos, nos sentamos a disfrutar las
pizzas que habían quedado en la mesa, nos miramos sin decir palabras. En la
televisión proyectaban Misión Imposible III.
Todo
aquello que la mente proyecta, podría convertirse en realidad.
Somos
lo que pensamos. Lo imposible podría mutar a real.