lunes, 2 de julio de 2012

LA CARTA (Cuento)



La carta llego una mañana de invierno. La vi sobre la mesa de la sala de estar. Tenía terror a esas cartas, cada vez que alguna de ellas llegaba, al poco tiempo mi padre y todos nosotros nos mudábamos.
Mi padre era un científico del gobierno. Desde pequeño había experimentado tantas veces estas situaciones que ya no quería soportarlas.

Yo, era hijo único, adolescente, necesitaba tanto a mi padre. En los últimos años había estado muy ocupado salvando al mundo como para detenerse un instante y disfrutar conmigo algún rato.

En esta ocasión debía hacer algo para recuperar a mi padre, por eso decidí esconder la carta. Tenía la ventaja de ser el primero en levantarme e irme a clases. En aquella oportunidad la escondí entre mis libros de geografía.
Las cartas siguieron llegando en forma frecuente, y cada vez más seguidas, yo repetía la misma historia. Las escondía.

Una tarde de verano regrese del colegio cansado, harto de tareas, este era mi último año, el año de mi graduación. Mis padres se encontraban en la sala de estar discutiendo fuertemente. Mi madre con lágrimas en los ojos juraba no saber nada. La situación era tensa. Decidí preguntar qué sucedía:

-       ¿qué pasa papá? ¿Por qué discuten? ¿Por qué llora mamá?
-       Hijo, este es un tema entre tu madre y yo, te pido nos dejes solos por favor. ¿Podrá ser? Dijo mi padre

La intriga y la incertidumbre fueron muy poderosas en mí. Me refugie detrás de los muebles de libros y desde allí pude escuchar lo que pasaba.

-       Tu sabias lo importante que era para nosotros ese ascenso. Lo estaba esperando desde hace tanto tiempo. Con ese ascenso iba a comprar una casa nueva en la ciudad y así poder cumplir el sueño de nuestro hijo. El sueño de poder estudiar en una Universidad de ciudad como lo merece. Doce años trabajando para poder lograr este ascenso y nunca llego a mis manos la notificación del ascenso. Me quiero morir, amor.- Dijo mi padre.

-  Puedo asegurarte que a mis manos nunca llego notificación alguna. De eso puedes estar completamente seguro. Debe haber algún error. – balbuceaba mi madre.

En ese momento el mundo cayó sobre mí. Perdí el aire y un nudo en mi garganta se adueñó de ella sin dejarme pronunciar palabra alguna.
Me dirigí a mi habitación, debía idear alguna estrategia, algún plan. No podía hacerle esto a mi familia. Aquella noche no pude encontrar el sueño. Y de madrugada se me ocurrió contar la verdad, hacerme cargo de mis actos.
Tome un papel y un lápiz y escribí:

Queridos padres es muy injusto y egoísta lo que he hecho, yo fui quien encontró las notificaciones que llegaban constantemente para papá. Pero las escondí por que las detesto, las aborrezco. Son las notificaciones que más daño me han hecho en los últimos años. Cada vez que una de esas cartas llegan, debíamos partir, dejar la ciudad e instalarnos en otro sitio, dejando atrás mis amistades, mis lugares mis amores. Si supieran ustedes lo difícil que ha sido para mí hacerme de amigos. Solo si comprendieran eso me entenderían. Quiero pertenecer a un lugar. Quiero ser de algún lugar, quiero tener historias para contarle a mis hijos y poder visitar esos lugares donde viví mi vida de niño. Les pido disculpas padres por lo que hice sé que no tengo perdón. Mi padre ha trabajado mucho para lograr este logro, tanto que, ya no recuerdo como eran sus caricias.
Eso es todo, les comento que he decidido abandonar nuestro hogar no creo que después de semejante error haya espacio para mí.
Un beso enorme para los seres que más amo en mi vida,
Papá y Mamá.
Perdón.

Los años pasaron y las diferencias con mis padres fueron subsanadas. Nuca más regrese a mi hogar me hice camino al andar.

Hace ya treinta años y aun hoy lo recuerdo, lo llevo tan clavado en mi memoria. Será por eso que hoy rechacé el ascenso, porque al ver a mi hijo de catorce años a los ojos, escucharlo hablar con tanto amor de sus amigos y de su noviecita, comprendo tanto lo que él siente, que prefiero conservar  sus sonrisas de niño joven y ofrecerle recuerdos de este lugar donde ya se ha arraigado. Resignando ascensos personales.



“La felicidad de un ser amado debe considerarse como un logro personal”

Autor: Gabriel Cuellar Alvarez

1 comentario:

  1. Cuántas vueltas nos presenta la vida...para lograr ese tan ansiado estado de armonía...
    Bello relato... Un abrazo.-

    ResponderEliminar

Déjame tu devolución, es importante para mí saber si te ha gustado este trabajo: